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Quel’Thalas, en el reino eterno. Superviviente, capítulo 1

Fanfic de World of Warcraft

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La aldea situada en el reino eterno de Quel’Thalas despertaba, como cada mañana, al despuntar el alba. Nada en aquel cielo raso hacía sospechar las nubes de tormenta que se avecinaban. Poco a poco, los habitantes abandonaban la tranquilidad de sus hogares y comenzaban las labores diarias, llenando el ambiente de ruidos familiares. Iluminada por el sol, la concurrida aldea parecía brillar. Las casas no eran simples chozas de madera, sino pequeños edificios que imitaban las lujosas mansiones de Lunargenta. Construidas en mármoles y maderas blancas, con tejados de un azul intenso, replicaban los delicados torreones y los intrincados adornos dorados de la ciudad. Sus calles estaban pavimentadas con grandes losas que refulgían al sol, mientras los gigantescos y frondosos árboles arrojaban una fresca sombra a las plazas y avenidas.  A su manera, los elfos más humildes también vivían en el lujo que les otorgaba la magia, llevando apacibles y tranquilas vidas.

La magia de la Fuente del Sol podía respirarse en el aire, sentirse en la tierra y era visible para los acostumbrados ojos de los habitantes del reino eterno. Una magia inagotable de la que se nutrían todos por igual, sin distinción de ninguna clase. Felices, tranquilos y acomodados, sin pararse a pensar qué podría suceder si algún día la Fuente del Sol llegase a desaparecer.

La vida era apacible y transcurría con calma en la casa de los Caminalba. Sin embargo, el menor de todos los hermanos se había levantado empapado en sudor debido a un mal sueño. El resto de su familia ya había comenzado sus quehaceres diarios. A sus quince años no se le consideraba lo suficientemente mayor como para desempeñar un oficio, pero tampoco lo suficientemente joven para estar completamente desocupado.

Se secó el sudor de la frente, tratando de sacarse de la cabeza el ruido sordo que lo había despertado dentro de su sueño. Se levanto de la cama y, vistiéndose rápidamente, emprendió su camino hacia el jardín, donde esperaba encontrar a su madre entrenando con su arco. Antes de llegar a tocar el manillar de la puerta, volvió a escuchar aquel ruido sordo de su sueño. Aturdido y sin comprender de dónde podía provenir, ni tampoco de qué se trataba, acabó por apartarlo de su mente. 

Al salir de la casa, el sol le dio de pleno en la cara. El zumbido de una flecha se escuchó a su izquierda y un segundo más tarde el golpe seco de la punta contra el fardo de paja. Recorrió la distancia que lo separaba de esa parte del jardín y encontró a su madre, tensando de nuevo la cuerda del arco con una nueva flecha preparada. 

Elesa Caminalba era una de las mejores tiradoras de la aldea y una de las mas reputadas de todo Quel’Thalas. Si no formaba parte de los Forestales de Lady Brisaveloz era porque no quería. Era algo más alta que el resto de las elfas y quizá algo más corpulenta. Sus cabellos castaños iban recogidos en una larguísima trenza; sus cejas eran, quizá, también algo más largas de lo común y flotaban al viento de la mañana, mientras que sus ojos, de un azul tan intenso como el cielo, se clavaron en el muchacho antes de que pudiese decir nada.

⏤Buenos días, Drazzel. ¿Has descansado bien? ⏤Su madre sonrió al verlo. 

⏤Buenos días, madre. ⏤Dudó por un momento, pero determinó guardar silencio. 

⏤Necesito que hagas unos cuantos recados, te he dejado la lista sobre la repisa de la entrada. ⏤Mientras hablaba se volvió de nuevo hacia la diana, manteniendo la cuerda tensa. La flecha se clavó en la anterior partiéndola por la mitad. 

El muchacho asintió y se giro para regresar a la casa. 

⏤¿Qué te perturba, hijo? No me engañes, puedo sentir que algo te tiene inquieto. ⏤La mujer bajó el arco y miró de nuevo a su hijo con dulzura. Drazzel dudó por un momento. 

⏤¿Has escuchado… algo? ⏤preguntó el joven con cierta inquietud. 

⏤No, llevo desde antes del alba entrenando y no he oído gran cosa, a excepción de las flechas al clavarse. ¿Qué has escuchado tú?

⏤No lo sé, madre. Es posible que solo sean imaginaciones mías… ⏤De nuevo aquel extraño sonido. Esta vez, las puntas de las orejas de Elesa se movieron imperceptiblemente, mientras entornaba los ojos mirando hacia el bosque, más allá de la aldea. 

⏤Hay un murmullo en el bosque… ⏤Pero su voz era un susurro, se volvió a su hijo con una sonrisa⏤. No será nada. Anda y ve a hacer los recados, esta noche llegará tu tío de Lunargenta y todo debe estar preparado. Yo tengo que reunirme con el magister para tratar unos asuntos importantes y tu padre y tus hermanos están en el laboratorio. 

Le dedicó una última sonrisa y recogió su carcaj y el arco antes de ponerse en camino hacia el centro de la aldea. Mucho más relajado, Drazzel evitó pensar en esos extraños sonidos que procedían del bosque, hasta el punto de que  consiguió dejar de escucharlos. Se dirigió a hacer los recados. Recoger algunos ingredientes para la cena, acercarse a por unos presentes para su tío y llevar un mensaje para un antiguo amigo de la familia que vivía cerca del centro de la aldea.

Aquellas horas pasaron tranquilas, el sol brillaba en un cielo despejado, la temperatura acompañaba y los pájaros… No, los pájaros no estaban trinando, no se escuchaba ni un solo sonido en ningún rincón del Bosque de Canción Eterna. Había silencio, demasiado. Drazzel escrutó los árboles antes de entrar a la casa del amigo de la familia, pensando en la calma que precede a la tempestad. Algo no andaba bien, era como si todo el bosque estuviese conteniendo el aliento. 

Se escuchó el retumbar de los cascos de un caballo que se dirigía veloz hacia la plaza principal. Olvidando por completo el recado de su madre, Drazzel echó a correr hacia allí. Normalmente, el galopar de un caballo en la aldea no le hubiese producido ningún tipo de curiosidad, pero aquel día fue diferente. Estaba ya lo suficientemente cerca para escuchar cómo el jinete accedía a la plaza y detenía al caballo, que coceaba el suelo y resoplaba.

Algo en su interior le aconsejaba ocultarse, pero la curiosidad era más fuerte. Ante él se abría la calle, unos pocos metros y se encontraría con el jinete. Sin embargo prefirió tomar un camino alternativo. Se encaramó a unas cajas de madera que reposaban contra el lateral de una casa baja y desde ellas accedió sin mucho esfuerzo al tejado. Tenía una amplia vista de la plaza desde allí y llegó justo a tiempo para verlo todo. 

En ese preciso instante su madre salía del edificio principal hablando con el magister. Ante ellos, quieto como una estatua, estaba el jinete. Todo él era una silueta negra. Placas de metal y faldones oscuros cubrían un caballo azabache. El jinete desmontó de un salto produciendo un sonido metálico al chocar sus grebas contra las losas del suelo. Era alto e imponente, y tanto el magister como Elesa lo observaban con expresión grave. 

Era un humano. Drazzel pudo ver que de entre su pelo lacio y ceniciento asomaba una pequeña oreja redondeada. Sus cejas nada tenían que ver con las de los elfos, largas y suspendidas con gracia sobre los ojos, sino que eran cortas y muy pobladas, completamente pegadas a su ancha frente. Su tez cetrina parecía de cera derretida, lo que afeaba unas facciones que aún permitían ver que antaño habían sido hermosas. En definitiva, todo su aspecto parecía desgastado y casi polvoriento, pero rezumaba un siniestro poder que hacía que la magia vibrase de forma inquietante alrededor. Ataviado también con una armadura lúgubre no parecía ser portador de buenos augurios. 

Se detuvo ante el magister y el silencio que había caído sobre toda la zona se hizo aún más tenso.

⏤Príncipe Arthas, ¿a qué debemos semejante visita? ⏤Las voces llegaban claras hasta Drazzel y el magíster fue el primero en hablar. 

⏤Magister Ocasosereno, creo que estáis enterado de mis intenciones en Quel´thalas. Ahora la pregunta es: ¿Me dejaréis pasar o me lo impediréis? ⏤Su mano fue directa a la empuñadura de una espada enorme que le colgaba del cinto. 

Mientras el magister observaba al jinete, tomándose su tiempo para responder, Drazzel pudo observar la empuñadura de la espada sostenida por aquella mano que, pese a su desgastado aspecto, parecía contener una fuerza inmedible. De la vaina sobresalía la primera guarda en forma de media luna y sobre la que se situaba la calavera de una especie de demonio cornudo, similar a un carnero. La segunda guarda, mucho más ancha y menos elaborada que la primera, tenía los cuernos del demonio enroscados. Por fin, el magister respondió y su voz sonó especialmente serena. 

⏤Supongo que no habréis accedido a nuestro reino por las buenas. Dudo mucho que os hayan abierto la puerta principal y dado la bienvenida como antaño. ⏤Arthas apretó más la mano sobre la empuñadura y extrajo levemente la hoja que emitió un brillo escarchado. Pese a la amenaza, el magister no se alteró lo más mínimo⏤. Siendo así, me temo que no tengo más alternativa. No puedo permitir que crucéis el Bosque de Canción Eterna.

Dos figuras completamente envueltas en ropas negras hicieron su entrada en la plaza mientras el jinete y el magíster continuaban observándose en silencio. Elesa se llevó la mano a la cintura en busca de la daga que siempre llevaba colgada en el cinto.

⏤Príncipe Arthas, han aparecido algunos forestales. Hemos eliminado a varios, pero algunos han logrado escabullirse entre los árboles y pretenden dar la señal de alarma a las aldeas cercanas. Pronto todas las fuerzas de los alrededores caerán sobre nuestras tropas. Necesitamos más. ⏤La voz que emitió la figura era áspera, ronca y, por algún motivo, conseguía ponerle los pelos de punta a Drazzel. 

Arthas no se volvió a mirar. Sus ojos seguían clavados en los del magíster. Poco a poco el tono de su voz comenzó a elevarse desde su garganta.

⏤Lamento no haber logrado llegar a un acuerdo. ⏤En su voz no se distinguía ni un atisbo lástima, ni siquiera un sentimiento más allá de la indiferencia⏤, pero me serás de ayuda igual. Tú y todos tus vecinos. 

Antes de que alguno pudiese reaccionar, desenvainó la espada y cargó con ella contra el magister, que cayó desplomado en el suelo de forma fulminante. La sangre salpicó a Elesa que, sorprendida, fue incapaz de apartar sus ojos del cadáver. Drazzel pudo percibir cómo la espada de Arthas absorbía una energía procedente del cuerpo. Todo lo que sucedió a continuación le pareció que ocurría en tan solo la fracción de un segundo.

Elesa, salpicada con la sangre aún caliente del magíster, levantó los ojos hacia el tejado sin poder dar crédito a lo que estaba sucediendo. Sin embargo, su sorpresa aumentó al ver a su hijo menor encaramado al tejado. Antes de que pudiese siquiera avisarlo, un destello azul se interpuso entre sus miradas y los ojos de Elesa perdieron todo su brillo. La imagen de la sangre de su madre salpicando la inmaculada pared del edificio principal no se le olvidaría a Drazzel en toda la vida. Tan horrorizado estaba que era incapaz de moverse o emitir sonido alguno, tampoco de darse cuenta de que, al igual que con el magíster, parte de la energía vital que parecía abandonar el cuerpo de su madre pasaba a la espada de Arthas. 

Las dos figuras se adelantaron y, sin mediar palabra, sus manos comenzaron a moverse configurando extraños gestos. Poco a poco una misteriosa lluvia mágica, imperceptible a simple vista, comenzó a caer sobre la aldea y, al llegar al suelo, provocó espasmos en los cadáveres del magíster y de Elesa. Ambos se levantaron, al principio con movimientos torpes, aun con algo de sangre brotando de las heridas y las ropas empapadas. Pese al terror que sentía y el grito que apremiaba por salir de su garganta, Drazzel tuvo que prestar atención a un peligro mucho más inminente. No solo su madre se levantaba del suelo y recogía su cabeza, sino que por todo el pueblo comenzaban a escucharse los rasguños en la tierra. Algunas manos descompuestas o de huesos envejecidos por el tiempo, empezaban a asomar entre las losas del suelo removidas por unas fuerzas siniestras. 

El terror de Drazzel le helaba la sangre, pero no le nublaba el juicio. Hijo menor de Elesa como era, sabía que debía intentar huir de aquella zona y poner sobre aviso a los demás, si es que no se habían percatado aún de lo que estaba sucediendo. Su buen juicio resolvió que podía llegar hasta su casa saltando por los tejados de la aldea, sin necesidad de bajar al suelo, donde los cadáveres de guerras pasadas parecían haber cobrado vida y estaban saliendo de sus olvidadas tumbas. Emprendió una carrera contra el tiempo hasta llegar a su casa, mientras escuchaba el arañar del hueso contra la piedra.

Los gritos se adueñaron de la aldea. La gente huía aterrada o caía ante un enemigo inesperado, dejando aún más cadáveres que, al poco rato, volvían a levantarse. Antes de que Drazzel alcanzase el tejado de su casa, vio como muchos de sus vecinos pasaban a engrosar las filas de aquel terrorífico ejército. No se paró a observar, tan solo siguió corriendo hasta ver el jardín donde ya nunca más volvería a encontrar a su madre entrenando. 

Su casa se encontraba lindando con el bosque que rodeaba la aldea y situada más al este que cualquier otra, de forma que el jardín prácticamente se internaba en la arboleda que comenzaba a inclinarse a pocos metros del cercado. La influencia del hechizo de los nigromantes no parecía haber llegado hasta allí. Los gritos se escuchaban lejanos y la zona completamente desierta. Drazzel se descolgó del tejado y se dejó caer frente a la puerta principal en el mismo instante que unos acelerados pasos se acercaban corriendo por el camino de losas aún inmaculadas. Al girarse, descubrió al mayor de sus hermanos, con el semblante serio, la espada dispuesta en una mano y la otra libre para lanzar cualquier hechizo de forma inmediata. 

⏤¡Drazzel! Gracias a los Dioses… Padre me dijo que te encontraría aquí. ⏤Miró alternativamente a ambos lados del jardín, pero Drazzel sabía que no encontraría lo que buscaba. 

⏤No la busques, Eilo, no estaba aquí. Fue a ver al magíster… ⏤la voz se le quebró al mirar a los ojos a su hermano y dos lágrimas recorrieron sus mejillas. 

⏤¿Qué ha sucedido, Drazzel? ¡Dime qué sabes! ⏤Eilo se abalanzó sobre el muchacho y lo sacudió. En sus ojos había un terror que nunca antes había visto. Drazzel se limpió las lágrimas y respiró hondo, tratando de encontrar las fuerzas que le faltaban. 

⏤Arthas mató al magíster y… ⏤Su voz se fue apagando poco a poco hasta convertirse en un murmullo ronco⏤. A madre también. 

La cara de Elio se convirtió en una máscara, estaba completamente pálido y no parecía poder moverse. Por un instante el terror se apoderó de él, pero al cabo de un momento comenzó a recuperarse. Abrazó fuerte a su hermano y dejó que se desahogase. Aunque tenía muchísimas preguntas, sabía a lo que había ido, tenía que lograr que al menos Drazzel se salvase. 

⏤Tienes que marcharte, ahora. Coge algunas provisiones de casa y corre ⏤dijo señalando el bosque⏤. No sé lo que está sucediendo, pero sea lo que sea, podremos con ello y nos reuniremos de nuevo. Ahora debes huir de aquí, ve a casa de alguno de nuestros familiares; cuánto más al norte, mejor. ¡Vamos!

No le dio tiempo a reaccionar, antes de que pudiese oponerse o decir cualquier cosa, Elio ya había entrado en la casa y estaba haciendo acopio de víveres en una desgastada mochila que había pertenecido a su madre. Se la puso a Drazzel entre las manos y lo cubrió con una vieja capa de viaje de su padre.

⏤Huye, Drazzel. Nosotros nos quedaremos y lucharemos, pero muy pronto volveremos a estar juntos. Te lo prometo ⏤dijo con un tono de voz que sonaba confiado, demasiado confiado. 

⏤Yo… no… no quiero huir, quiero luchar con vosotros… 

Elio suspiró y sonrió. Se podía permitir un momento más de tranquilidad para despedirse de su hermano, o eso pensaba. 

⏤Sabes que nuestra madre no lo permitiría… si te ponemos en riesgo, volverá para matarnos⏤dijo sonriendo, aunque su voz se quebró al nombrarla.

El terror regresó a los ojos de Drazzel.

⏤¿Entonces tú también la has visto? ⏤su voz sonó mucho más aguda a causa del miedo. La imagen del cadáver de su madre levantándose aún cubierto de sangre, volvió de nuevo a su mente.

⏤¿Ver? ¿A quién, a madre? No me habías dicho que… ⏤Elio parecía desconcertado. 

⏤¡Se levantó, Elio! Se levantó y recogió su cabeza del suelo mientras dos figuras oscuras lanzaban hechizos en la zona…  ⏤Drazzel ahora chillaba desesperado, aterrorizado y al borde de la histeria. Temblaba de pies a cabeza, con la imagen aún grabada en sus retinas.

⏤Tengo que avisar a los demás. Drazzel, tienes que marcharte… ¡Ya! ⏤La voz de su hermano le llegaba lejana, mientras que le conducía a la linde del bosque y le apremiaba a huir. 

Ni siquiera lo volvió a cuestionar, simplemente caminó, sin saber muy bien lo que hacía. Se limitó a seguir en línea recta, sin despedirse de su hermano, sin percibir el apresurado abrazo que este le dio antes de salir corriendo de vuelta al interior de la aldea.

Caminaba envuelto en imágenes de pesadilla: manos que arañaban la tierra, huesos que se astillaban contra las piedras, cadáveres que caminaban ensangrentados. Sentía tanto frío que su cuerpo temblaba y su única fuente de calor estaba entre sus brazos. Se aferró a ella con más fuerza, aplastándola contra su pecho y el olor del bosque de Canción Eterna le rodeó; el olor de Elesa. Tropezó, cayó de bruces al suelo y el golpe le devolvió a la realidad. Las pesadillas desaparecieron, a lo lejos se escuchaban los gritos, ahogados por la distancia, y allí se quedó durante algunos minutos, muy quieto, aún temblando. Entonces lloró. 

Caía ya la tarde cuando Drazzel comenzó a escuchar voces cercanas. Su instinto se despertó y su cuerpo se puso en marcha. Se colgó la mochila de la espalda y se percató de que había llegado, sin saber muy bien cómo, a la parte más alta del bosque. Desde allí había una cuesta que descendía con inclinación considerable, terminando en un camino que serpenteaba entre dos laderas.

Drazzel observó el camino, de donde procedían las voces. Algunos grupos aislados de forestales viajaban por él en dirección sur y lo hacían con paso rápido. Logró captar algunas palabras, algo sobre un ataque a la puerta del reino y sobre Lady Brisaveloz. 

La esperanza regresó al corazón de Drazzel por un segundo. Si Sylvanas Brisaveloz estaba allí con sus forestales, era cuestión de tiempo que la aldea se salvase. Mucho más contento de lo que recordaba haber estado nunca, bajó la pendiente a la carrera, aguantando el equilibrio y frenando con dificultad al otro lado del camino. Sin embargo, su presencia no pasó desapercibida ante forestales de tan alto nivel. Todas las cuerdas se tensaron en los arcos cercanos al lugar por el que había aparecido Drazzel. 

⏤Solo es un muchacho… ⏤Los arcos bajaron y las flechas regresaron a sus carcajs. Parecían aliviados y a la vez desconcertados. 

⏤¿Qué haces aquí, chico? ⏤preguntó una de las forestales, acercándose a Drazzel⏤. Espera, te conozco. Eres uno de los hijos de Elesa…

El muchacho asintió rápidamente, sus ojos brillaron por un segundo con más esperanza. Reconoció el emblema de los forestales de Brisaveloz en sus ropas. Estaban salvados, así que Drazzel se apresuró a contarles todo lo sucedido.

⏤Han atacado nuestra aldea, el príncipe humano ha matado a mi madre y al magíster, y mis padres y mis hermanos se han quedado a luchar contra cadáveres que se levantaban de la tierra… ⏤Su voz sonaba ronca y asustada, pero tenía un matiz de esperanza. Sin embargo, la cara de la forestal fue cambiando de desconcierto a la absoluta preocupación. 

⏤Lady Sylvanas querrá conocer de primera mano lo sucedido, ¿querrías contárselo…? ⏤Se detuvo, observando al muchacho, pero antes de que dijese nada más Drazzel se adelantó. 

⏤Mi nombre es Drazzel y soy el hijo menor de Elesa Caminalba. 

⏤Bien, Drazzel Caminalba, has sido muy valiente. Ahora, ¿podrías explicarle lo que me acabas de contar a Lady Sylvanas? ⏤El muchacho asintió enérgicamente⏤. Escoltad a Drazzel. Llevadlo ante Lady Sylvanas.

Un reducido grupo de forestales acompañó al muchacho por el camino hacia el sur, hacia las puertas del reino. La trayectoria no fue excesivamente larga y pronto Drazzel comenzó a escuchar unos ruidos que no le sonaban desconocidos. Parecían los mismos golpes que habían resonado durante la mañana por todo el bosque y que le provocan una creciente inquietud. Las inmensas puertas se alzaban en mitad del camino, bloqueando el paso entre las dos pendientes que, en aquella zona, parecían mucho más altas y abruptas. Sin embargo, no parecían estar en su mejor momento. Sobre la tierra del camino había escombros que antes habían formado parte de aquellas imponentes puertas. 

Los forestales se afanaban en defender la posición y las lluvias de flechas se repetían a las órdenes de distintos grupos, todos ellos supervisados por la atenta mirada de una elfa alta, esbelta, de cabellos rubios y clarísimos ojos azules. Las voces eran ecos confusos en mitad del fragor de la pelea, mientras se acercaban a la mujer que lo observaba todo. 

⏤Son demasiados… ⏤la escuchó decir Drazzel cuando tan solo les separaban un par de pasos. 

No podía creer que aquella elfa fuese la valerosa Lady Sylvanas. Su madre era mucho más alta que ella o, al menos, lo había sido. 

⏤Mis disculpas, Lady Sylvanas, nos ordenaron que trajésemos a este muchacho. Al parecer conoce la situación de la aldea cercana donde comenzó el ataque. ⏤El forestal empujó levemente a Drazzel y posó la mano sobre su hombro. Los ojos de Sylvanas, atentos a la situación, se desviaron para observarlo durante un largo segundo. 

⏤Eres el hijo menor de Elesa. ¿Dónde está? Sería de gran ayuda en un momento como este. ⏤Su voz era clara y tranquila, como si toda la situación estuviese bajo su completo control.

⏤El príncipe humano la ha… matado. ⏤Drazzel dudó por un momento, su voz se quebró. No podía hacer perder tiempo a los forestales, y mucho menos a Lady Sylvanas, así que tomó aire y se aclaró la voz para continuar⏤, y al magíster también. Luego sus magos han levantado sus cadáveres y todo el pueblo está luchando contra los muertos…

Los ojos de Sylvanas, que habían regresado instintivamente a la batalla, volvieron a clavarse en el muchacho. Esta vez, Drazzel pudo observar una ligera sombra en ellos; parecía sorprendida y horrorizada. Sus labios se abrieron para decir algo, pero no hubo tiempo de réplica. Un estallido, como si un rayo hubiese ido a chocar contra la dura piedra, resonó por todo el bosque y atrajo la atención de los presentes, que vieron derrumbarse las inmensas puertas antes sus ojos.

La escena que quedó, tras levantarse levemente el polvo, parecía sacada de una pesadilla. Entre los huecos de los escombros se podía vislumbrar un rastro de cuerpos putrefactos y mutilados. Los ruidos sordos que se repetían de forma constante eran producto de aquellos cadáveres, usados como proyectiles contra todo lo que encontraban en su camino. El horror se reflejó en los ojos de los forestales al ver aquella escena, los cuerpos apilados y el hedor que desprendían. Muchos luchaban entre la responsabilidad y el pánico, tratando de clavar con más firmeza sus pies sobre el suelo y, a la vez, ligeramente inclinados y preparados para una huída inminente. No hizo falta decidirse.

⏤¡Shindu fallah Na! ¡Retroceded a la segunda puerta! ¡Retirada! ⏤La voz de Sylvanas se elevó sobre el estruendo de las piedras aun cayendo, se impuso sobre los guturales gritos de sus oponentes y llegó a todos los forestales, alta y clara. Luego, se volvió hacia el forestal que aún sostenía el hombro de Drazzel⏤. Llévatelo a la ciudad, cuida de que llegue. Muchacho, debes sobrevivir; ¡Todos debemos sobrevivir! ⏤Su voz sonó aún más fuerte ⏤¡Retirada! ¡Todos a la segunda puerta!

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Esta historia está basada en el mundo de World of Warcraft. Ni el universo en el que transcurre, ni su trasfondo pertenecen al autor. Los derechos son de Blizzard. La historia y muchos de los personajes son originales.

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Ast

Periodista de día, gamer de noche. Me encantan los videojuegos, las novelas fantásticas, el modelismo, la pintura, el dibujo, los cosplays… ¡Demasiadas cosas y muy poco tiempo! Soy periodista, pero me gano la vida como diseñadora web. Me flipa la tecnología y combinarla con mis aficiones, así que… ¿por qué no crear Geek Games? Quiero compartir mis proyectos de pintura de miniaturas, los futuros cosplays y las fotos más chulas, además de artículos y reportajes sobre los aspectos más curiosos de los videojuegos. Si te parece poco, lo hago en mis ratos libres, espera a que tenga tiempo y… ¡verás!

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